El pueblo de San Hilario vivía de su maravilloso cementerio y de la habilidad de sus gentes para organizar los entierros más hermosos. La banda municipal de música tocaba el día del entierro como si se tratase de una boda. La gente viajaba a San Hilario a morirse a gusto. Las prisas y la modernidad han dejado al pueblo casi sin trabajo y es por eso que, ahora, esperan anhelantes la llegada de Germán Cortés, un nuevo cliente...